Durante el mes de agosto, la Calle del Saber en el Edificio Mario Laserna de la Universidad de los Andes alojó una galería de arte poco convencional y muy cautivadora. Por primera vez un proyecto científico del Departamento de Ingeniería Biomédica no iba a ser publicado en conferencias o revistas científicas, sino que iba a ser admirado por su belleza artística.
TOTÆ LACRIMÆ (todas las lágrimas en latín) fue un proyecto desarrollado por Pablo Arbeláez (profesor asociado), Jorge Madrid y Laura Bravo (egresados de la maestría IBIO). Durante dos años el grupo estudió imágenes microscópicas de lágrimas humanas con el objetivo de responder a la pregunta ¿podemos identificar y clasificar las emociones basados en las imágenes microscópicas de las lágrimas?
Primero descubrieron que, efectivamente, cuando las lágrimas se secan producen cristales, esto no sucede con otras sustancias líquidas con sal como el suero fisiológico. Este hallazgo fue complicado ya que si la temperatura es muy fría las lágrimas no se cristalizan (Bogotá, ciudad donde se realizó el estudio, es normalmente fría). Una vez entendieron el proceso de cristalización los investigadores tomaron micrografías para reconocer patrones en los cristales, identificar diferentes emociones y evaluar si podían utilizar estos hallazgos en aplicaciones biométricas.
Sin embargo, después de estandarizar los procedimientos de muestreo y técnica fotográfica en más de 1.500 imágenes, no se encontraron patrones científicos contundentes, pero
descubrieron motivos interesantes. “Por ejemplo, los cristales en las lágrimas de un mismo individuo podían tener en su mayoría ángulos rectos, a esto lo llamo motivos, pero estos ángulos no se encontraban obligatoriamente en todas las lagrimas de esa misma persona”, explicó Laura Bravo. Una de las razones por las cuales no se pudieron obtener patrones, es que desde el momento en el que un voluntario llora hasta que se realiza la imagen del cristal hay muchas variables que no se pueden controlar (la temperatura del día, el tiempo que dura la lágrima en el contenedor, partículas ajenas en la muestra y si esa lágrima es la primera o la última del tiempo en el que se lloró).
La conclusión a la que llegaron los investigadores es que cada lágrima es única y además contiene un mundo particular de belleza invisible al ojo humano. Es por esto, que decidieron darle un valor distinto a su investigación, que no se puede medir y sí puede inspirar, y con la ayuda del Centro Cultural de la Decanatura de Estudiantes sorprendieron a los transeúntes del Edificio de Ingeniería con una hermosa exposición. “Lloramos siempre a solas, procurando que nadie nos vea. Escondemos lo que sentimos y así difuminamos nuestra emocionalidad. TOTÆ LACRIMÆ es un espejo: exponiendo la intimidad de nuestras lágrimas nos reconciliamos con nuestras emociones”, reflexión de Jorge Madrid.
Quienes se perdieron la exposición durante el mes de agosto, aún tienen la posibilidad de verla, se encuentra exhibida en el pasillo de entrada al Departamento (4to piso del edificio Mario Laserna).